16 de agosto de 2016

Jacarandas Parte II


Gran Casino Río de Plata.- 
Ya casi las nueve de la noche, y el no quitaba la mirada de la mesa que se estaba enfrente, ocupada por tres hombres de facha ejecutiva, con algunos accesorios que caían en lo vulgar, se denotaba que eran los máximos representantes de las familias que controlaban la ciudad, los respectivos centinelas estaban en guardia y al pendiente de cualquier eventualidad. 

Como los infiltrados lo habían informado, la reunión pintaba de lo más normal, nada de a puerta cerrada, ellos sólo pasarían su información en unos chips, todas sus finanzas concentradas para unir fuerzas, se la entregarían a un cuarto miembro que tomó asiento a los cuarenta minutos de la reunión. 

Y ahí estaba, por fin apareció aquel hombre, después de meses siguiéndolo, vio como estaban los demás comensales enamorados de su charla. 

Recolectó los microchips y los junto en un pequeño computador que tenía, después de unos minutos los regresó, se puso de pie y se despidió. Entonces empezó la misión.

Dos años antes...

- ¿Cómo diste conmigo?
- Todos saben que eres el mejor en la materia del fraude, no fue tan difícil
- Tomaré eso como un cumplido, pero háblame de tí...
- No tengo mucho que decirte, soy un abogado en busca de un buen caso para dar el gran golpe

Desde ese momento uno decía siempre la verdad y otro tenía que inventar escenarios y vivencias. Sin embargo el agente se iba enamorando poco a poco de él. 

Centro de investigación.-
Su superior al ver el poco avance en su cometido, lo citó en aquel café donde le habían entregado el caso.

- Si te escogí fue por tu destreza agente, pero no veo los resultados que esperaba.
- Deme unos días más, todavía no he tenido la oportunidad para entrar a su casa o de tener acceso a su ordenador.
- Sabes que la mafia serrana no va a perder el tiempo y tenemos la soga en el cuello.
- Ya estoy en ello...

Los días pasaban, los encuentros cada vez más largos y constantes, las miradas entre los dos cambiaban y se hacían más íntimas, la cercanía entre los dos ya no era sólo de un cliente con un asesor.

- Mira si realmente te urge entrar en la agenda del ministerio para tener el mejor caso ven esta noche a mi casa, toma mi tarjeta.
- ¿Por qué lo haces? Pensé que no querías atenderme.
- Si lo pensé mucho, pero tienes un algo que me dice que eres de confianza, toma mi tarjeta, te espero a las siete y media.
- Perfecto, yo pongo el vino.
- Es lo mínimo, esto no te saldrá nada barato, trabajo con los mejores. Llevarás el arma hasta mi casa, no creas que soy estúpido, me di cuenta desde la primera vez que nos vimos.
- Es sólo por si llega alguien atentando contra mi libertad.
- Es esa pistola la que te quita tu libertad.

Cuando el llegó a la casa tocó la puerta y notó que le temblaba la mano, cuando lo miró se quedó congelado.

- ¿Te vas a quedar ahí mirándome las pelotas o si pasas?
- Perdón no es común una cita en calzoncillos.
- Es esa moral licenciado lo que lo tiene congelado, pase por favor, ya me pongo pantalones.
- Gracias

Pasaron las horas y cada vez menos vino, menos distancia entre los dos, y aunque sea la escena más trillada del amor, el primer beso llegó de forma natural sin ser premeditado. 

Dos hombres que por silueta simulaban dos lobos en aire libre midiendo fuerzas, los dos habían dejado que la química creciera, que la pasión tomara su cauce, el mismo efecto cuando se destruye una presa.

- Debes saber que me están siguiendo...
- Lo sé... Por ahora sólo deja que te abrace.


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