13 de julio de 2016

Jacarandas Parte III


Ellos sabían que tenían la cuarteada perfecta, la tormenta se puso de su lado para buscar un refugio a sus cuerpos mojados y sus ganas ahogadas.
La sensación de sentirse perseguidos alimentaba sus latidos y ritmo cardíaco, llegó el momento que no podían dar marcha atrás, se miraron y pagaron la habitación.
Encerrados, agitados y con la incomodidad que no les permitía tomar asiento, ni siquiera para despojarse de sus abrigos mojados, un primer beso les permitía descubrirse poco a poco.
Pero al final acordaron que no tenían que involucrar más allá de los deseos carnales y que había una misión que cumplir. Uno de ellos viviría para poder terminar con la persecución y salvar lo poco o mucho que estaba en juego, sus propios hogares.
Hacían el amor como dos fieras, intensos en sus besos olvidaban que eran espías, no recordaban las leyes ni las reglas del servicio secreto y ni de la mafia. El sabor de su piel sudando, la saliva de uno a otro, parecían dos adolescentes descubriendo el placer del amor.
Sus fosas nasales guardaban el aroma de cada uno como una bóveda de alta seguridad a la que estaban acostumbrados. Y por fin llegó la parte del climax...
No sería el primer crimen pasional, sonó el disparo, los relámpagos le daban más drama a la escena. No hubo gritos, ni sirenas, no podía creer que los gemidos se convertían en lágrimas y sollozos.
No lo pudo matar, sólo una herida en su hombro acompañado de un golpe brutal en la cabeza. En cuanto recupere el conocimiento su primer deseo sería haber muerto en sus brazos, y no vivir con la herida de ahora en adelante, no en el cuerpo sino en su corazón, eso pasa cuando te involucras con el adversario. 
Nunca supo porque no le mató como eran las instrucciones, tampoco se explicaba como no pudo sacar su arma. En unas cuantas horas sintió la sensación de sentirse vivo, que aveces se genera cuando juegas con fuego. 
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

Mi corazón de león

Otros Títulos...