- Hola a todos, soy Phocás, contaré desde lo que yo viví y el cómo lo viví, desde el corazón, porque pudiera ser que las cosas no eran así o no se dijeron con esa intención, pero ya está, en otro espacio y otro tiempo saldrá lo que Sirio quiera que se sepa.
Terminaba la universidad, y vaya si no fue pesado, pero quería Economía, y llegué al corporativo, la casa de bolsa más importante del país. No tenía mucha ilusión que me aceptaran, pensaba entrar como becario. Una entrevista luego otra y otro filtro, y luego ahí estaba, en esa oficina cuando lo ví, me lo señalan y la chica me dice: “Él sería tu jefe, es el supervisor de operaciones, se llama Sirio, y con él sería tu último filtro, ven conmigo”.
Lo recuerdo perfectamente cuando entré a su oficina, me quedé helado al oler su perfume, qué barbaridad, solo alzó la mirada y sin levantarse me pregunta: “¿Tienes familia o algo que te impida cubrir más allá del horario en el contrato?”, y respondí de inmediato que no, “No te presentes ya leí tus documentos, pasa a Recursos Humanos a firmar y que te entreguen todo el equipo, regresas aquí cuando termines eso y si no me ves aquí ve las piso 11”.
Por primera vez me temblaban las piernas y todo era tan rápido, sin pausas, adrenalina pura. “Siéntate, y ayúdame con el benchmark que debo de pasar ya”; vió mi cara; “mira rápido es el estándar de comparación para evaluar los resultados de un gestor de inversiones”. Y así fueron mis días con él, entre “shares, preferred stock, shareholder” y mi primer “investment portfolio”.
Y a lado de Sirio, de repente salía dos horas después de mi turno, luego a las once de la noche, después a la una de la mañana, hasta llegue a salir a las cinco de la mañana cuando tenía que entrar a las siete del otro día.
- Jefe ya son las dos de la mañana, ya cerramos.
- Phocás no te preocupes pide algo de cenar y yo te llevo.
Esa era mi parte favorita, porque ya en la noche con la intimidad del silencio solo nos bastaba a veces con mirarnos, de repente ya ni necesitas hablar porque entiendes las necesidades de Sirio de inmediato, pero había cosas que uno no controla, no solo en el mercado de valores, sino en el corazón. Esa noche, la primera noche, los dos en su carro, tenía que dejarme en mí casa, pero a mitad del camino frena.
- Se antoja un trago ¿no crees Phocás?
- Jefe usted sabe que lo que pida está ya hecho.
- Bueno primero deja ya de decirme “Jefe”, soy Sirio, supervisor pero no director. Conozco un bar que a esta hora debe seguir abierto.
Pero no era así, tenía sellos de Clausurado, mi corazón latía tan fuerte cuando le dijo que iríamos a su casa, una emoción en el pecho, las manos me sudaban. Cuando llegamos a su casa, preciosa por cierto, saco un vino y dos copas, los dos platicamos por varias horas y varias botellas, Sirio se levantó y fue a cambiarse, verlo con playera y un jeans era de impacto, la imagen que yo tenía de él pues siempre fue con traje y corbata.
- Phocás si gustas cambiarte también tengo playeras más chicas, pero lo que no creo que te quede son los pantalones, claro si es para ponernos cómodos pues ya en truzas. - y soltó la carcajada.
Así fue, me puse la playera y me quedé en calzones, Sirio no lo pensó y adiós pantalones, vi sus piernas, sus pies, los brazos y no pude contenerme, me prendí desde ya, no pude ocultarlo pero Sirio rápidamente me abrazó, con tal fuerza me presionó hacia el que no podía zafarme, y tampoco lo quería.
Nadie detuvo nada, hicimos el amor como dos locos que no saben de miedos ni prejuicios, todo lo permitíamos, lo tomé de espaldas y puse mi cara en sus nalgas, tan bellas, fuertes y suaves también, después él hizo lo mismo conmigo, tocamos uno a otro nuestros miembros, pero sin parar, hasta que lo sentí dentro de mí.
La primera noche, que noche. Y pasaron los meses, y nuestros encuentros se hacían ya con frecuencia, ninguno de los dos pusimos nombre a lo que vivíamos, no se formalizó nada pero creo que no había necesidad cuando estábamos juntos veinticuatros por sietes. Pero no contaba con esto, soy consciente que nada es para siempre, pero parar así no se vale.
- Oye Phocás ¿a donde llevas esa caja?
- Es puro archivo muerto, no lo necesitamos pero ahí estará cuando lo quieras consultar.
Nunca pensé que eso sería lo último que habláramos. Me comentaron que solo se levantó a la impresora y ahí se desvaneció.
Muerte cerebral, y así todo queda igual como en una caja de archivo muerto. Por eso les digo, si está ahí esa persona, no dejen pasar tiempo, den esos besos, esos abrazos, digan todo, no se guarden ni un “te amo”. Porque esto dura 15 minutos y todo desaparece, nos quedamos con esa caja, donde se guardará todo, sin ninguna función más que tenerla para consultar que todo eso se vivió. Sirio y yo claro que nos volveremos a encontrar, esta historia se merece mejores escenas y otro final.
Lo importante que es pensar que a veces no habrá tiempo para decirle te amo :(
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