Si es cierto querido lector, el primer amor merece una historia aparte. Y este es el caso de Lázaro y Ramiro. Desde ese momento que lo vió entrar a su salón, sintió una explosión en el pecho, lo fue siguiendo con la mirada, y casi se desmaya cuando él se acercó y tomó la butaca que estaba atrás de él.
- Que tal soy Ramiro.
- Mi nombre es Lázaro.
- Mi nombre es Lázaro.
- Ramiro pasa al frente para presentarte con tus compañeros por favor.
- Si maestra.
- Si maestra.
Y Lázaro percibió por primera vez ese aroma a sandía que guardaría en su memoria toda la vida, miro fijamente el cuerpo de Ramiro mientras caminaba al pizarrón, y aunque a los trece años los cuerpos no son del todo impactantes, para Lázaro era la primera vez que vía unas piernas de esas dimensiones. Al momento que Ramiro inicio su presentación, Lázaro se perdió en sus ojos, se quedó completamente perdido en sus cejas, en su boca y en los brazos pero ese acento lo termino de cautivar.
Ramiro pues no necesitaba mucho esfuerzo para encajar o para llegar a sentirse parte del grupo, pero pues empezó a sentir cierta empatía con su compañero Lázaro. Veía en él cierta inseguridad ante los demás compañeros. En el recreo era más notorio, y el partido de fútbol era la prueba de fuego. Ramiro lo tomó del brazo y lo llevó hasta el campo.
- Mi "compa" no se me raje, ya todos te agarraron como su burla "compa", usted patea esa pelota y pues yo le cuido la espalda.
- Pero yo no sirvo pa' esto, mira las caras de los demás, no más no quieren tampoco que esté en su equipo.
- Haber carajos tienen bronca en que yo juegue, no verdad, ah pus el Lacho también le entra.
- Pero yo no sirvo pa' esto, mira las caras de los demás, no más no quieren tampoco que esté en su equipo.
- Haber carajos tienen bronca en que yo juegue, no verdad, ah pus el Lacho también le entra.
Y el partido inició, aunque Lázaro no metió los goles, el solo corría y pasaba la pelota. Los demás compañeros poco a poco integraron a Lázaro en las jugadas, y como si jamás hubieran sentido rechazo por su compañero hasta festejaban juntos los goles. Ramiro cumplió su cometido, Lázaro le recordaba a su mejor amigo que quedó en Durango, igual la mirada al infinito, como contemplando a un tercero invisible.
La fraternidad que se tienen los dos es la más real y sincera que los seres humanos pueden experimentar durante su vida, ya que la misma frecuencia de descubrir el mundo hace que la complicidad, la confianza, lealtad sellan el compromiso entre ambos.
Los dos se encontraban en el río, jugando y nadando desnudos los dos, ya la amistad era más fuerte para en ese entonces...
- No inventes Ramiro como a qué nombre le pones a esto, como que amigos amigos ya tenemos ratito besándonos.
- Ajá, y ¿es importante para ti? Me gustas Lacho y te quiero, te quiero bien.
- Ajá, y ¿es importante para ti? Me gustas Lacho y te quiero, te quiero bien.
Se besaron sin sentir que los estaban observando, y no hay nada más peligroso que las miradas de odio, de esas que están lejos de la verdad.
Ramiro notó que el lugar de Lázaro estaba vacío, pensó que se le hizo tarde y guardo los chocolates que tenía pensado regalarle. Pero él nunca llegó.
-Señora ¿cómo está?, disculpe ¿Lázaro está bien?
- Por favor te pido no regreses, si mi marido te ve no la vas a contar, ya lo que hicieron enfermos pues hecho está, vete por favor.
- Señora no sé qué le pasa, pero no hicimos nada malo.
- Vete pervertido.
- Por favor te pido no regreses, si mi marido te ve no la vas a contar, ya lo que hicieron enfermos pues hecho está, vete por favor.
- Señora no sé qué le pasa, pero no hicimos nada malo.
- Vete pervertido.
Dicen que el amor lo puede todo, que no hay nada que no se rinda ante él, pero parece que eso no se cumple del todo para Pinotepa, o por lo menos para Ramiro y Lázaro, que nunca más se volvieron a ver.
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