Hoy es uno de esos días en que te pienso con sabor a mandarina.
Al otro lado del mundo ¿escucharás la brisa que sale de mis ojos?; se vuelve barcas de papel que van cargadas de palabras, palabras que ocupabas para acariciarme la espalda y besarme la frente antes de salir. Si pudieras ver a las luciérnagas durmiendo en mi jardín, tal vez te hubieras quedado conmigo.
En la mañana compré un caleidoscopio para encontrarte en el sol, te busqué justo donde me prometiste que estarías, pero no estabas.
Regresé a casa, dejé el caleidoscopio en la tina para que los peces que viven en ella se convirtieran en estrellas, saqué las agujas que me regaló mi abuela y traté de hacer un suéter con mi corazón deshilachado para sentir un abrazo, uno que se pareciera a los rehiletes; esos que tienen colores y les gusta bailar, un suéter que me abrigara del mundo y del frío, pero el hilo de los corazones deshilachados se rompe, así que fui al jardín y enterré ahí dos suspiros, el primero se llama siempre y el segundo se llama jamás.
ANA LETICIA
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